Mis artículos

Antes que caigan en el olvido mis escritos

Habana 21 de Enero de 2007

 

 

 

 

 

 

 

Queridos amigos y amigas

Un saludo rojo y revolucionario desde mi querida Habana en mi segundo día de mi llegada. Cuando les dije un día, que quiero que mis cenizas sean esparcidas en la Plaza de la Revolución, no estaba mintiendo pues me siento tan bien y en paz aquí en este lugar. Más allá de las ideologías es como volver a mi pasado y sentir el ambiente de «Parque Centenario» en aquellos años que un «cipote llamado «Alvaro Torres» se presentaba gratuitamente en las tardes musicales. Me he sentido conectado con ¡»El viejo y el mar»!, con aquel joven salvadoreño tan amado aquí que pocos conocen en su propio país, pero estos cubanos lo siguen recordando no solamente por su Premio Casa de las Américas; sino también por sus borracheras y sus novias y hablo de Roque, de apellido Dalton..

 

Esta mañana decidí tomar esas calles poco frecuentadas por los turistas, llenas de cubanos; quería verlos en su cotidiano y los vi y vi reír y los vi gozar entre ellos. También vi las tiendas en donde se compra en peso cubano, no ese llamado «peso convertible», y me di cuenta que estaban llenas de productos: ¡Por la gran puta! Estos no comen se hartan pasteles –las panaderías en domingo estaban repletas de buen pan francés , no aquel pan que comí en la época soviética, este es bueno y está rico, la baba se me caía para comenzar a decir: ¡Demen! ¡Demen! Seguí y entré a un mercadito agropecuario y visité las tiendas de «la amistad», concepto que me traslado a los barrios pobres de Caracas que desde que Hugo Chávez   esta allí abundan y permiten a todos comprar a precios justos.

 

Y seguí caminando, husmeando como buen chismoso que se respeta   y me embriagaba de la alegría al ver los padres con sus hijos de la mano esperando su turno para comprar algo, el chismoseo de las señoras que no conocen de discreción. Me dije al llegar al Malecon, vacío bajo un sol radiante: ¡Sujétense bien «Miami boys» por que Fidel es eterno, esa semilla que sembrara en el Moncada está dando frutos. Esto no es el paraíso mis queridos amigos pero es un país humano sin maras, ni violencia en sus calles, en donde se puede sonreír todavía leyendo mi libro que traje de Castellanos Moya «Bailando con serpientes» y ver el horizonte en donde el azul del mar se confunde con azul del cielo. ¡Qué chivo ¡ no ser blanco   y ser latino, pues solo un latino puede sentir ese perfume que todavía NO llega a muchos lugares de nuestra querida América Latina.

 

Pero tengo que contarles algo que les hará reírse pues muestra que entre más viejo se es, más bruto se es también. Sucedió que hice mi reservación y me dijeron sale el 19 de enero a media noche. Entonces no vi el boleto de avión y el viernes 19 en la noche, acosté a los niños y desconecte mi «laptop» y me puse a ver televisión. De repente, a las 8:30 PM sentí un flash que me cruzó la cabeza: el 19 a medianoche había sido la noche anterior. ¡Claro! Vi por primera vez el itinerario y casi me da un ataque cardiaco: había perdido mi viaje.

 

Fueron momentos de pánico, me trataba de ¡Pendejo! Para arriba. Mi cerebro de conspirador se puso a trabajar a una velocidad inigualada, todas las opciones se jugaron en 5 minutos y programé mi celular con el número de teléfono de AirCanada. «Zampamos» las maletas en el vehiculo y mi mujer manejo pues yo era un manojo de nervios. Finalmente, en el trayecto alguien respondió y le expliqué la situación: ¡Tenia que comprar un nuevo boleto y obtener el crédito por el anterior! Pero lo importante era que todavía había «cupo». Me costaría un ojo de la cara, ya había pagado $1300.00 y ahora me costaría el doble. Bueno, llegamos al aeropuerto Internacional de Edmonton y me hice el «Pendejo»: ¡Qué no me cuesta mucho! Y me dijeron: «Su vuelo salió ayer» y yo puse la cara de «Juan Vendememelas» Estaba dispuesto a jugar la «Corona de lágrimas» si era necesario, pero entendieron y solo pague el cambio de fecha: $130.00.

 De esto el problema era que los que me esperaban en la Habana me esperaron ese viernes no me esperarían el sábado. Comencé a fabricar mi plan de contrainsurgencia y lancé el Torola X combinado con «Super Mano Dura»: ¡El Internec me salvo! Mi mujer envió correos esa noche y yo apenas llegué a Toronto me conecté y envié el SOS a la U. de la Habana: Alfa, Delta, Bravo, Mensaje recibido!

 Al llegar al José Martí y ver alguien con mi nombre y con la bandera de Canadá me sentí en el cielo. El viaje fue horrible entre Edmonton y Toronto, pues viajé entre dos «cheles» borrachos que apestaban a «guaro».  Pero que delicia de viaje entre Toronto y la Habana pues tuve la suerte de viajar con gente del JetSet canadiense que venían a filmar una película aquí en Cuba.

 

Y como soy mero «connaisseur» del nuevo cine canadiense francés, el viaje se hizo cortísimo hablando de teatro y literatura. Creo que se quedaron «anonadados» que un «inmigrante» les citara los clásicos de la literatura quebequence y hablara de los movimientos literarios como si fuese mi comida cotidiana.

 

Hablamos de Almodóvar quien fue sujeto de discusión. Cuando de repente la pantalla del avión marca que estamos sobrevolando los «Key West» les dispare: ¡Ah! Estamos en casa de Michel Tremblay, famoso dramaturgo y escritor canadiense el más celebre del Canadá francés. Y me preguntan: ¿Cómo es que estás tan bien informado? Pero no podía quedarme allí pues conozco sus obras y comencé hablar de sus personajes y de la universalidad de la obra del autor. Me imagino que esta gente se preguntara que como un «indio» cómo yo les sale hablando de todo eso, en francés, viniendo del Oeste Canadiense en donde se habla inglés y en donde se desconoce la realidad de la otra parte del país. ¡Qué paradoja!

 

Sigo en la Habana…

Ayer en la noche pude observar una de las situaciones que hacen sonreír por su peculiaridad. Sucede que en toda la habana los restaurantes hacen un corte de caja y un inventario cotidiano a las 6:30 pm y terminan a las 7:30 aproximadamente. Si usted amigo quiere comer a en esos momentos ármese de paciencia pues no hay poder humano que haga que se aceleren o que cambien de rutina. De manera metódica cuentan todo hasta los cigarrillos los cuales tienen que cuadrar con los vendidos durante el día.  Luego el corte de caja debe arrojar resultados exactos comparados a lo que supuestamente se ha vendido en el día.

Eso son remanencias del sistema soviético pues va contra toda lógica de rentabilidad. Pero se encuentra el gesto gracioso. Como Raúl dice que en el proceso hay que seguir corrigiendo los errores que se cometen y creo que tarde o temprano se darán cuenta de que es necesario adaptar el método para que sea más rápido.

Después de cena ir a caminar por aquella gran calle que nos lleva al Copelia, todo el barrio del Vedado está lleno de historia.  Esa calle 23 conocida como la Rampa, que me lleva de mi hotel  hasta el malecón a un lado y hacia el Cine Yara y Copelia hacia arriba. El aire fresco de la noche sube desde el  malecón  hasta el parque. Los mejores helados se consumen aquí en el Copelia. El cine Yara repleto de jóvenes que esperan la entrada de las 9 de la noche y alrededor del parque cientos de jóvenes hacen línea para entrar al Copelia.  Decido también hacer cola pues ya en 1986 había estado allí y sabia que los helados de mantecado como le llaman ellos a la vainilla son una delicia incomparable.

Veo que un agente de seguridad viene hacia mí y me dice que no necesito hacer cola pues nosotros los extranjeros podemos entrar a otra sección en la cual esta solo para extranjeros. Decidí ir allí y claro las mesas vacías con uno o dos turistas y yo. Los precios en divisa fuerte: Euro. Pero decidí observar del otro lado y me di cuenta que los jóvenes disfrutaban de esa espera pues todo un fenómeno de socialización se da allí. Las parejas de adolescentes demuestran el amor y la pasión caribeña aprovechando la oscuridad que les llega con la noche. Otros bromean y juguetean. Al entrar son enviados a mesas en donde alguien los atiendo como mucho esmero. Sentí celos pues vi que ellos estaban disfrutando de un mejor servicio y de unos precios en peso cubano que parecía helados regalados. Las copas eran dignas de alguien que no mide calorías ni azucares por su gigantesco tamaño, solo de verlas sientes que tienes ya comienzos de azúcar en la sangre.

Camino por la calle 23 y voy rumbo al malecón que en la noche se convierte en la zona roja de la Habana. Las famosas “jineteras” y los “jineteros” con ojos de experto reconocen al extranjero y en menos de lo que tú piensas estas platicando tranquilamente con ellos. No te acosan si no estás interesado. Pero si bien es cierto que existe lo que podríamos llamar prostitución no es nada con la que he visto en otros países incluyendo nuestro querido El Salvador. En este último los centros comerciales se han convertido en mercados de carne asolapados siendo la Tiendona, el mismo Metrocentro.

En Univisión y CNN en español me había hablado que esto en la Habana era todo un bacanal de pecados. Pura propaganda contra este país cuyo único delito es el de obstinadamente querer ser libre e independiente  de un imperio.

He visto lugares peores que este, por lo menos a la sombra de la noche puedo respirar el aire fresco del Caribe, saborear mi cerveza favorita y dejar mi mente bogar entre las olas que tranquilamente estallan a mis pies.

Nadie viene a robarme, asaltarme o atarme, la tranquilidad de poder cerrar los ojos y sentir esa brisa marina que una entra en tu cuerpo no la puedes dejar nunca más y te persigue siempre pues esa es la magia del Caribe, de un Caribe libre y orgulloso que se tiene de pie frente a un imperio.

Mi pasatiempo…

Venir a la Habana y perderse en las librerías es un pasatiempo único.  En cada una se puede encontrar tesoros valiosos como aquel libro que encontré en cierta ocasión firmado por Jean Paul Sartre.  Hoy no solo se encuentran los libros tradicionales que solían llenar los estantes en la época soviética. Pero siempre a precios que dan envidia en cualquier parte del mundo en donde la literatura es considerada un lujo. Aquí la lectura es algo que todos aprecian y está al alcance de todos.  Ciertos libros raros todavía se encuentran aquí  como reliquias que compiten con los carros de los 60 que todavía llenan las calles de la Habana.

Pero no he venido a descansar y tengo que preparar mis clases para mañana pues el más grande placer que tengo de estar aquí es el de sentirme util en la construcción de una sociedad más justa y sobretodo más humana.

 

Mauricio.

agosto 1, 2008 - Posted by | Uncategorized

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